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Corrección fraterna: valentía que salva almas

En tiempos en los que muchos callan por miedo a ser rechazados, la corrección fraterna se vuelve un acto profético y urgente. Lejos de ser un juicio condenatorio, es un gesto de amor que busca el bien del otro, incluso si duele. La historia de San Estanislao de Cracovia, obispo y mártir del siglo XI, es un testimonio elocuente. Este santo no temió corregir públicamente al rey Boleslao II por sus graves pecados, incluso llegando a excomulgarlo cuando persistió en su conducta inmoral. Esta valentía le costó la vida, pero no su fidelidad a Cristo.


Hoy más que nunca necesitamos pastores con ese coraje. No es aceptable que figuras públicas que se dicen católicas, como ciertos políticos, apoyen abierta y sistemáticamente el aborto, contradiciendo frontalmente la doctrina de la Iglesia y atentando contra la vida inocente. Ante estos casos, el silencio de los pastores se vuelve una omisión grave. Si el escándalo es público, también debe ser pública la corrección. No para humillar, sino para llamar a la conversión y preservar la fe del pueblo.


La corrección fraterna, especialmente cuando es ejercida por quienes tienen autoridad espiritual, es un deber. Y si quien peca no se arrepiente, la excomunión no es un castigo vengativo, sino un acto medicinal, que busca despertar la conciencia y salvar el alma.


Que San Estanislao interceda hoy por nuestros obispos y sacerdotes, para que tengan el valor de hablar con verdad y caridad. Porque corregir, cuando se hace en el Espíritu de Cristo, es amar verdaderamente.

 
 
 

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