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Semana Mundial de la Lactancia Materna: entre la urgencia del presente y la deuda con el futuro

Como instructora de lactancia certificada, la Semana Mundial de la Lactancia Materna me recuerda que amamantar no es solo un acto de amor: es la primera inversión en salud, nutrición y desarrollo que una madre hace por su hijo. Sin embargo, en México el camino para lograrlo es cuesta arriba. Según Pasos por la Vida, menos del 10 % de los centros laborales cuentan con salas de lactancia, y solo 1 de cada 3 niños recibe el tiempo de lactancia recomendado por la OMS. Además, la Ley Federal del Trabajo concede únicamente 12 semanas de licencia por maternidad, por debajo de las 14 que recomienda la Organización Internacional del Trabajo. Esta carencia de apoyos no es ajena a nuestra crisis económica y de salud. Según la Encuesta Nacional Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) reporta que en los últimos seis años el ingreso de las familias creció 16%, pero la deuda pública aumentó 70%, y el número de mexicanos sin acceso a servicios de salud pasó de 20 a 50 millones. En paralelo, el gasto de bolsillo en medicinas y consultas subió 40%. En otras palabras, las familias están pagando por su salud —y por la de sus hijos— en un sistema que debería garantizarla. La lactancia materna es una estrategia de salud pública de alto impacto y bajo costo: previene enfermedades, mejora el desarrollo infantil y reduce gastos médicos futuros. Sin embargo, sin políticas laborales y de salud coherentes, las madres se ven obligadas a elegir entre su empleo y el bienestar de sus hijos. Como sociedad, estamos invirtiendo a corto plazo sin preguntarnos de dónde saldrá el dinero para sostener un futuro que hoy hipotecamos. La deuda no es solo económica: es moral y generacional. La lactancia materna no debería depender del privilegio, sino ser un derecho respaldado por políticas sólidas y presupuestos responsables. Cada gota de leche materna es salud, amor y prevención que no se puede comprar en una farmacia ni reemplazar con tecnología. Si como país seguimos ignorando la urgencia de proteger a las madres y a sus hijos, la deuda que acumulamos no solo será económica: será una deuda con nuestra humanidad. Porque cada niño que no recibe la oportunidad de ser amamantado el tiempo recomendado es un futuro que se nos escapa entre las manos.

 
 
 

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