La gran mentira moderna y la verdad olvidada sobre el amor

Vivimos en tiempos donde lo anormal se ha convertido en costumbre. Hoy es común que jóvenes —y adultos— vivan juntos, viajen juntos, se comporten como esposos sin estar casados. Luego regresan a la casa de sus padres, y aunque en el fondo muchos padres no están de acuerdo, el temor al rechazo los hace callar. Este silencio fortalece una cultura sin límites ni principios.

El padre Josiah Trenham lo dice con claridad: si el noviazgo se vive sin castidad, se siembran las semillas de la inseguridad, los celos y la desconfianza que a menudo destruyen el matrimonio. Se entrena el corazón a buscar gratificación inmediata, pero se debilita la capacidad para la entrega total y fiel. Y no es casualidad que muchos hogares colapsen: estaban construidos sobre arena.

Recientemente, Brennan Schlagbaum, especialista en finanzas familiares, comentó el caso de infidelidad del CEO Andy Byron. Más que el escándalo personal, Schlagbaum destaca los devastadores efectos que un eventual divorcio tendría en los hijos: 2 veces más probabilidad de abandonar la escuela, 3 veces más riesgo de vivir violencia e inestabilidad, 4 veces mayor predisposición a problemas de salud mental. Además, si sus padres se divorcian, los hijos enfrentan un daño adicional: los hijos varones tienen 35 % más riesgo de divorcio, y las hijas un 60 % más  .

Estos datos no engrosan un discurso moral vacío, sino que denuncian una verdad urgente: la falta de autocontrol y castidad no se queda en el noviazgo; provoca heridas profundas que atraviesan generaciones.

La castidad no es represión, es fortaleza. Es una disciplina que forma el alma para amar con paciencia, respeto y fidelidad. Por eso es tan necesaria una renovación cultural: padres que hablen sin miedo, jóvenes que se atrevan a seguir principios resistentes al caos, y noviazgos que construyan matrimonios sólidos y hogares sanos.

El libertinaje puede ser celebrado por el mundo, pero sólo la virtud construye futuros estables y corazones en paz. Apostemos por lo que realmente da vida, no por lo que destruye.