La trampa de la maternidad subrogada
- Ale Diener

- 24 sept
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En Córdoba, Argentina, un hecho doloroso sacudió la conciencia pública. En noviembre de 2024 nació un bebé fruto de un proceso de gestación subrogada. La madre contratante, de nacionalidad francesa, desistió de continuar con el acuerdo antes del parto. La mujer gestante, al dar a luz, declaró no poder hacerse cargo del niño. El resultado: un recién nacido sin madre biológica que lo reconociera, sin gestante dispuesta a criarlo, y sin padre que lo reclamara. La justicia tuvo que intervenir y declararlo en situación de adoptabilidad.
Detrás de este episodio late un drama más profundo: cuando la vida humana se trata como un contrato, el más vulnerable corre el mayor riesgo. Si una de las partes “se arrepiente”, ¿quién asume la responsabilidad? En este caso, nadie lo hizo. El bebé quedó reducido a un “problema” que resolver judicialmente, como si fuera un objeto sin vínculos ni historia.
La reflexión bioética es clara: la maternidad y la paternidad no son un derecho a exigir, sino una vocación natural y una responsabilidad. Confundir el deseo con un derecho absoluto es la raíz del error. La técnica puede lograr hoy muchas cosas, pero no todo lo técnicamente posible es moralmente aceptable.
El caso de Córdoba es una advertencia: detrás de los discursos de libertad y autonomía, cuando la vida se convierte en un proyecto a medida, es el niño quien paga el precio más alto. La maternidad y la paternidad no se compran ni se subcontratan; se asumen. Y ese es el único terreno donde la dignidad humana permanece intacta.




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