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Depresión: cuando falta sentido y no químicos

Durante años nos han repetido que la depresión es “un desbalance químico” en el cerebro, sobre todo una falta de serotonina. Como si fuéramos un laboratorio mal calibrado que necesita una pastilla para corregirse. La industria farmacéutica y gran parte de la psiquiatría han sostenido este discurso porque es sencillo, se vende bien y hasta reduce el estigma. Pero hoy sabemos que esa teoría nunca se comprobó científicamente.


Un metaanálisis de la psiquiatra Joanna Moncrieff y el investigador Mark Horowitz concluyó que no hay evidencia convincente de que la depresión sea causada por bajos niveles de serotonina. Lo que sí hay son vidas vacías, heridas sin sanar, personas atrapadas en un día tras otro sin horizonte ni esperanza.


Más que un diagnóstico, es una crisis existencial


Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto y creador de la logoterapia, lo explicó mejor que nadie: el ser humano puede soportar casi cualquier “cómo” cuando tiene un “para qué”. La depresión, muchas veces, no es otra cosa que un grito del alma que ha perdido sentido. La ciencia actual parece darle la razón. Estudios recientes muestran que no basta con medicar: el verdadero cambio ocurre cuando se ayuda a la persona a encontrar propósito, vínculos y trascendencia.


El problema de la medicalización automática


Los antidepresivos pueden dar alivio temporal, pero no corrigen un desequilibrio químico —porque ese desequilibrio nunca estuvo ahí—, sino que crean un nuevo estado químico artificial. Y no lo digo yo: lo advierte la misma Moncrieff. En casos leves o moderados, muchos estudios demuestran que los medicamentos no son más efectivos que un placebo. Peor aún: pueden generar dependencia y dar la falsa idea de que sin pastilla no hay salida.


Lo que sí funciona: vida activa y espiritualidad



  • Ejercicio y terapia ocupacional: Un estudio canadiense encontró que estas intervenciones funcionan tan bien como los fármacos, con menos efectos adversos. Otro ensayo comparó correr con tomar antidepresivos: ambos mejoraron el estado de ánimo, pero los corredores además ganaron salud física, mientras que los medicados sufrieron deterioro corporal.


  • Terapias de atención y conciencia: No se trata de “poner la mente en blanco”, sino de aprender a detener la avalancha de pensamientos negativos. Terapias que enseñan a vivir con mayor conciencia del presente ayudan a que la persona no quede atrapada en la espiral de tristeza. Y los estudios muestran que son más eficaces que los medicamentos para evitar recaídas.


  • Espiritualidad: Una investigación reciente mostró que las terapias que integran la dimensión espiritual logran mejores resultados en personas con síntomas depresivos. No es casualidad: cuando recuperamos la relación con Dios y con nosotros mismos, surge esperanza donde parecía no haber nada.


Una vida con sentido: la verdadera medicina


La depresión no es solo un problema médico. Es un problema humano. Un alma sin rumbo no se cura con una receta; se sana reencontrando sentido, ocupándose en lo concreto, cultivando relaciones y, sobre todo, abriendo la puerta a la fe y a la esperanza.


Por eso la pregunta no debería ser “¿qué químico me falta?”, sino “qué sentido me está faltando

 
 
 

1 comentario


imeldafag
09 sept

Alejandra.

Que pasa entonces de la nada últimamente me pasa que a la hora de manejar en el FWY me pasa que que me da miedo la velocidad que debo de manejar siento que mi carro como que va a dar vuelta, no he dejado de manejar porque lo necesito por mi trabajo y no quiero bloquearme?

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