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¿Autonomía o dignidad intrínseca? Una crítica a la eutanasia desde la bioética personalista


La narrativa de quienes la aprueban


Los defensores de la eutanasia suelen esgrimir cuatro ejes:


  1. Autonomía: la persona debe poder decidir cuándo y cómo morir.

  2. Compasión: terminar con un sufrimiento “insoportable” es visto como un acto humanitario.

  3. Dignidad entendida como control: evitar el deterioro físico o la dependencia.

  4. Prevención de muertes violentas: regular el proceso para evitar suicidios improvisados.


Esta narrativa se ilustra con casos límite de enfermedades incurables y ha ganado eco en debates legislativos y en la opinión pública.


El caso Kevorkian: el paradigma de la pendiente


Jack Kevorkian, conocido como el “Doctor Muerte”, se convirtió en símbolo del suicidio asistido en Estados Unidos durante la década de 1990. Reconoció haber intervenido en más de 130 muertes mediante máquinas diseñadas por él mismo (Thanatron y Mercitron). Su caso más sonado, el de Thomas Youk en 1998, le valió una condena por homicidio en segundo grado en 1999 (Marker, 1999).


Aunque Kevorkian presentó su activismo como defensa de la autonomía, lo cierto es que no existían criterios clínicos claros ni evaluaciones multidisciplinarias: su práctica se reducía a “dar muerte”, sin protocolos robustos. Hoy su figura es más un símbolo de ruptura que un modelo ético o médico.


Las cifras en países con eutanasia


Las estadísticas muestran una tendencia creciente allí donde la eutanasia ha sido legalizada:


  • Países Bajos: 9,958 casos en 2024, lo que representa el 5.8% de todas las muertes. Entre ellos, 427 por demencia y 219 por trastornos psiquiátricos (RTE, 2025).

  • Bélgica: 3,423 casos en 2023, equivalentes al 3.1% de las muertes, con un aumento del 15% respecto al año anterior (De Standaard, 2024).

  • Canadá (MAiD): en 2023, el 4.7% de todas las muertes fueron por asistencia médica para morir (Health Canada, 2024).

  • Oregón (EE. UU.): desde 1997, 4,881 personas han recibido prescripción letal; en 2024 se reportaron 376 muertes bajo la Death with Dignity Act (Oregon Health Authority, 2025).


El patrón es claro: una vez abierta la puerta, las cifras crecen de manera sostenida, y los criterios se expanden a categorías que originalmente no estaban contempladas, como la demencia o la depresión.


La respuesta desde la bioética personalista


La bioética personalista defiende la vida desde la concepción hasta la muerte natural, sin necesidad de argumentos religiosos. Su punto de partida es la dignidad intrínseca de la persona: no depende de la salud, la autonomía ni la utilidad social, sino de la condición misma de ser humano.


1. La dignidad no se reduce a autonomía


Si la dignidad se midiera por la capacidad de decidir, los más vulnerables —niños, personas con discapacidad, pacientes con demencia— quedarían automáticamente despojados de valor. La dignidad es previa y permanente.


2. La autonomía está condicionada


Las decisiones de solicitar la muerte suelen surgir en contextos de dolor, depresión, presión económica o carga familiar. Son decisiones vulnerables, no libres en sentido pleno. La respuesta ética no es eliminar a la persona, sino fortalecer su libertad con cuidados, acompañamiento y alivio del sufrimiento.


3. No-maleficencia y rol médico


El acto de matar no es un tratamiento. La medicina está llamada a curar cuando es posible, aliviar siempre, acompañar hasta el final. La confianza médico-paciente se quiebra si el médico puede ser quien da la muerte.


4. Pendiente resbaladiza con evidencia empírica


No es un argumento retórico, sino observable: Países Bajos y Bélgica muestran cómo se pasa de enfermos terminales a personas con demencia, depresión o simplemente “cansancio de vivir”. En 2024 se reportaron seis casos en los Países Bajos que no cumplieron con el debido cuidado, a pesar de la revisión oficial (RTE, 2025).


5. Alternativa: paliativos integrales


El verdadero desafío no es acelerar la muerte, sino garantizar acceso universal a cuidados paliativos de calidad. Estos abordan dolor, ansiedad, disnea, soledad, y ofrecen apoyo familiar. Está demostrado que reducen el deseo de morir en muchos pacientes.


Por qué defender la vida es un acto civilizatorio


Una sociedad se mide por cómo protege a los más frágiles. Defender la vida hasta la muerte natural no es una postura confesional, sino un principio civilizatorio: el valor de cada ser humano no depende de su fuerza, ni de su autonomía, ni de su salud.


Kevorkian mostró los peligros de una visión reducida de la persona; las estadísticas actuales confirman que la eutanasia no se detiene en “casos extremos”. La verdadera compasión está en acompañar, aliviar y sostener hasta el final, no en eliminar.


Referencias (formato APA)


  • Health Canada. (2024). Fourth Annual Report on Medical Assistance in Dying in Canada, 2023. Government of Canada.

  • Marker, R. L. (1999). Deadly Compassion: The Jack Kevorkian Case.

  • Oregon Health Authority. (2025). Oregon Death with Dignity Act: 2024 Data Summary.

  • RTE. (2025, enero 31). Nearly 10,000 people ended their lives under Dutch euthanasia law in 2024. Radio Telefís Éireann.

  • De Standaard. (2024, marzo 6). Record number of euthanasia cases in Belgium in 2023.


 
 
 

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