Aburrirse también es necesario
- Ale Diener

- hace 6 días
- 2 Min. de lectura
Vivimos en una época en la que el silencio incomoda y la quietud parece pérdida de tiempo. Cada instante libre lo llenamos con una pantalla, una notificación, una conversación o cualquier cosa que evite el vacío. Pero ese “vacío” que tanto tememos no es enemigo: es una oportunidad.
Aburrirse no significa falta de propósito. Significa volver a habitar el presente sin necesidad de escapar. Es permitir que la mente deje de reaccionar para empezar a imaginar. En esa pausa —sin urgencias ni distracciones— la vida se acomoda, las emociones respiran y las ideas florecen.El valor del silencio interiorCuando no estamos haciendo nada, la mente no se apaga: se reorganiza. Lo que parecía confuso encuentra su orden natural. Las emociones retenidas buscan salida. Los pensamientos se aclaran.
En ese aparente reposo surge una fuerza silenciosa: la creatividad. Es en los momentos más simples —al mirar por la ventana, caminar sin rumbo o quedarnos en silencio— cuando nacen las ideas más sinceras y profundas.
El aburrimiento no es tiempo perdido. Es el espacio donde el alma se reencuentra consigo misma.
Un antídoto contra la sobreestimulación
Estamos expuestos a un flujo constante de información, imágenes y opiniones. Esa sobrecarga nos vuelve ansiosos, distraídos y superficiales. No pensamos, solo reaccionamos.
El aburrimiento, en cambio, actúa como una forma de higiene mental. Nos devuelve la capacidad de contemplar, de concentrarnos, de escuchar. Nos enseña a esperar, a observar sin prisa, a saborear la vida sin filtros.
En un mundo acelerado, detenerse es un acto de rebeldía. Un gesto de libertad.
Cómo volver a encontrar sentido en la pausa
Desconéctate por momentos. No llenes cada espacio con ruido.
Permítete no hacer nada. El descanso también es parte del equilibrio.
Deja que la mente vague. Allí donde parece no haber propósito, puede surgir una intuición.
Escucha el silencio. A veces, lo más importante no se dice, se siente.
Una mirada más profunda
Cuando dejamos de correr detrás de todo, podemos volver a mirar dentro. Y ahí, en el silencio, descubrimos que no estábamos solos: había una voz esperándonos, una presencia que no necesitaba palabras para hacerse notar.
Aburrirse no es perder el tiempo; es volver a habitarlo. Es darle al alma permiso de descansar, de crear, de orar, de existir sin exigencias.
Quizá no se trate de hacer más, sino de estar mejor. De recuperar el asombro, la calma y la profundidad que habíamos olvidado entre tanto ruido




Excelente! Me encanta Ale.